Especialmente vital en la fisiología vegetal para la fotosíntesis ya que es un elemento constituyente de la clorofila (la sangre de las plantas), e imprescindible para la respiración celular en los animales -la mayor parte del Mg está en el interior de las células-.
En el ser humano, a parte de ser necesario para la producción de energía (respiración celular), es indispensable en el proceso de calcificación de los huesos y mantenimiento de una dentadura sana -dos terceras partes del Mg corporal están en ellos-.
La tercera parte restante se encuentra repartida entre los fluidos, la sangre y los tejidos, siendo el corazón y, sobre todo el cerebro, los tejidos donde hay una mayor cantidad de este mineral.
De aquí la importancia de mantener un aporte óptimo de este mineral en el organismo, puesto que interviene en multitud de funciones como por ejemplo en la formación de neurotransmisores y neuroreguladores (serotonina…), en el control del tono muscular y su contracción (concretamente en la relajación muscular, imprescindible para la salud el músculo cardíaco), en el control de la tensión arterial, en la producción de enzimas,…
**Si haces deporte, una actitud inteligente sería suplementarse a diario con Mg, tu corazón
y tu musculatura lo agradecerán
Aunque representa únicamente el 0’05% del peso corporal, la cantidad mínima necesaria que se debería ingerir de este mineral en la dieta es de 400 mg/día, para poder cubrir con garantías todas las funciones en que participa.
Los alimentos que aportan Mg son los frutos secos, los cereales sin refinar (integrales), las legumbres y los germinados, pero sobretodo los que más nos aportan son los vegetales de color verde (acelga, espinaca, brócoli, etc.) debido a su gran contenido en clorofila, y especialmente las algas, muy ricas en este pigmento.
Hay que tener presente múltiples factores que generan una gran pérdida de parte del Mg que contienen los alimentos durante el proceso de producción/fabricación/preparación de éstos.
Algunos son debidos a la producción y cultivo de los alimentos (transgénicos, pesticidas/plaguicidas, abonos químicos desnaturalizados, etc.), otros a consecuencia del proceso de fabricación y refinamiento, como es el caso de los cereales blancos. También, existen pérdidas durante una inadecuada cocción/preparación para su ingesta (altas temperaturas, etc.).
Ante estas consideraciones, se recomienda el consumo de alimentos ecológicos, cereales integrales no refinados, cocciones a bajas temperaturas y al vapor, y en otro caso tomar los caldos de la cocción de los vegetales, etc.
Por otra parte, existen otros factores que pueden ocasionar una disminución de la biodisponibilidad del Mg corporal, como pueden ser una excesiva ingesta de otras sustancias como el Calcio, la vitamina D, proteínas, grasas, o diuréticos.
El estrés es otro factor que puede provocar un déficit de Magnesio. Pero, a su vez, el déficit de magnesio puede generar un estado de irritabilidad e inestabilidad emocional.
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Teniendo en cuenta su actividad, un déficit de Mg puede provocar una variedad enorme de disfunciones: alteraciones del ritmo cardíaco y de la tensión arterial, fatiga, cansancio, debilidad y tensión muscular, dolor muscular e hipertensión mandibular, calambres y piernas inquietas, osteoporosis y caries dental, cefaleas, problemas de memoria y concentración, irritabilidad y ansiedad, taquicardias y palpitaciones, poca tolerancia al estrés, baja resistencia a las infecciones, sofocos, sed y sequedad bucal, estreñimiento y problemas digestivos, insomnio, etc.
En conclusión, por su gran actividad corporal, especialmente a nivel neurológico, tisular, óseo y muscular, es un mineral al que debemos prestar mucha atención.
Una ingesta diaria adecuada se sitúa entre los 50 y los 1000 miligramos. Pero, a consecuencia de su principal ubicación en el cuerpo, intracelular, y su fácil eliminación a través de la orina, su carencia no se detecta con un simple análisis, ya que la cantidad sanguínea no siempre guarda relación directa con el Mg iónico que hay en el interior de las células corporales.
Por tanto, se considera que una dosis terapéutica adecuada está entre 350 y 3000 miligramos diarios.
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